La recurrencia a los informes PISA (Programa para la Evaluación
Internacional del Alumnado), que vienen siendo publicados cada tres años a
partir del año 2000, sobre el rendimiento educativo en diversos países y
regiones, es habitual entre los estudiosos de la Educación de todo el mundo.
Utilizar este recurso no
significa estar de acuerdo con su planteamiento técnico, sus objetivos,
contenidos y los sesgos derivados de la naturaleza de la institución que los
promueve, la OCDE (1) (Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Nada que objetar al derecho de
los países a reunirse en torno a objetivos declarados y avanzados en el propio
título, en la frase que la identifica. Aquí solo quiero dejar constancia de que
el interés de la organización está teñido del color neoliberal que emergió con
fuerza en el mundo desarrollado en los
años .80 del siglo pasado, siendo la Educación
un objetivo instrumental en función de los propiamente económicos.
En todo caso conviene aclarar
algunos matices que permitan valorar este programa con la mayor objetividad
posible.