1.
Introducción
Después
de dos meses de ausencia, por distintas circunstancias, retomo la tarea que, a
lo largo de varios artículos, intentará afrontar el espinoso tema de la
relación entre actitudes del profesorado y rendimiento académico de los
estudiantes no universitarios.
A
continuación se exponen en unas pocas líneas algunos rasgos definitorios de las
actitudes, para aclarar de qué estamos hablando, aunque sin entrar en
profundidad.
El
concepto actitud lo define la Real
Academia de Lengua, en su segunda acepción, como disposición de ánimo manifestada de algún modo.
Desde esta perspectiva podría decirse que cualquier manifestación a favor o en
contra de un objeto, persona, grupo, idea, etc., presupone una actitud.
Desde
el punto de vista de la Psicología Social (este tópico se ha estudiado
intensamente desde principios del siglo pasado) suele decirse algo parecido con
algunos matices. Así, para Jean Stoetzel[1], la actitud designa la manera según la cual
una persona se sitúa con relación a un objeto de valor; siendo ese objeto
tan variado como se apuntaba en el párrafo anterior. Distintos autores como David
Krech y otros[2]
amplían el campo y apuntan hacia aquello que determina las actitudes: los
conocimientos, los sentimientos y las tendencias reactivas de las personas.