1.
Introducción
Después
de dos meses de ausencia, por distintas circunstancias, retomo la tarea que, a
lo largo de varios artículos, intentará afrontar el espinoso tema de la
relación entre actitudes del profesorado y rendimiento académico de los
estudiantes no universitarios.
A
continuación se exponen en unas pocas líneas algunos rasgos definitorios de las
actitudes, para aclarar de qué estamos hablando, aunque sin entrar en
profundidad.
El
concepto actitud lo define la Real
Academia de Lengua, en su segunda acepción, como disposición de ánimo manifestada de algún modo.
Desde esta perspectiva podría decirse que cualquier manifestación a favor o en
contra de un objeto, persona, grupo, idea, etc., presupone una actitud.
Desde
el punto de vista de la Psicología Social (este tópico se ha estudiado
intensamente desde principios del siglo pasado) suele decirse algo parecido con
algunos matices. Así, para Jean Stoetzel[1], la actitud designa la manera según la cual
una persona se sitúa con relación a un objeto de valor; siendo ese objeto
tan variado como se apuntaba en el párrafo anterior. Distintos autores como David
Krech y otros[2]
amplían el campo y apuntan hacia aquello que determina las actitudes: los
conocimientos, los sentimientos y las tendencias reactivas de las personas.
En
términos generales se admite que las actitudes tienen cierta estabilidad pero,
a la vez, son cambiables; tienen polo positivo y negativo; suelen aparecer
relacionadas unas con otras; puede existir una jerarquía, de tal manera que una
actitud general o principal puede comprender muchas otras de orden inferior
(algunos las llaman “fuertes” o también “primarias”).
Obviamente
no se nace con las actitudes establecidas, por tanto, emergen, se desarrollan y
mueren o no mueren y, respecto de la posibilidad de cambio, depende de la
polarización más o menos extrema, de que se relacionen con la satisfacción de
necesidades (incluidos los afectos), de que afecte a un individuo o grupo y de que formen parte de una constelación
fuerte de actitudes (cuando existe casi una sola constelación, como ocurre con
la personalidad fanática, por ejemplo, la dificultad de cambio aumenta
enormemente).
De
acuerdo con Pablo Briñol[3], la
expresión de las actitudes personales, así como sus correspondientes
comportamientos, sirve para informar a los demás e incluso a nosotros mismos de
quiénes somos, y cuando estas actitudes son fuertes permiten predecir, en buena
medida, la conducta de las personas.
Dicho
esto, de lo que voy a tratar es de las actitudes del profesorado hacia los
distintos elementos que conforman la profesión y, especialmente, hacia todo lo
que concierne al alumnado y su rendimiento, desde la perspectiva de distintas
investigaciones al respecto.
Por
entrar en el contenido, decir que tanto entre el profesorado como entre las
familias del alumnado, es frecuente hablar de actitud de los profesionales en
términos polarizados como los que siguen: abierta / cerrada; dura / blanda;
seria / desenfadada; optimista / pesimista; autoritaria / democrática; respetuosa
/ despreciativa; impositiva / participativa; normas claras / anarquía; inclusiva
/ exclusiva; igualdad / desigualdad; justa / injusta; confianza / desconfianza,
etc.
Conviene
señalar que entre los procedimientos más importantes para el desarrollo de las
actitudes están la información, el conocimiento y, por supuesto, la experiencia;
en este sentido, en el caso del profesorado, la formación inicial teórica y
práctica es crucial. Así lo señalan distintos autores, relacionándolo con la “identidad
profesional”. Para los que deseen profundizar en este aspecto concreto pueden
consultar algunos autores, españoles y extranjeros, como por ejemplo, Esteve[4],
Marcelo[5],
Pedró[6], Lopes[7], Clotfelte[8], Ezer[9],
Korthagen[10] y Zeichner[11].
La
mayoría de los estudiosos reconocen que buena parte de la responsabilidad del
fracaso y abandono escolar se encuentra en la cultura institucional y de los
docentes que son los agentes de esta cultura, bajo la que subyacen sus
actitudes. Así lo señala recientemente Roberto Ruiz[12] en
su tesis doctoral al manifestar que las
actitudes favorables del profesorado son elementos imprescindibles para
implementar un modelo inclusivo de atención a la diversidad …. actitud que se
traduce en un modo concreto de enfrentarse a su tarea docente (despertar el
deseo de aprender, acompañar paso a paso y alegría por el progreso, comprender
la lentitud, dominar la comunicación con alumnos, la empatía, colaboración,
apoyo mutuo, etc.).
Debido
a la presión que una determinada consideración de los objetivos de la Educación
ejerce sobre las actitudes del profesorado, quiero, para finalizar este
artículo, traer a colación un párrafo literal de la UNESCO del año 1990, que es
como sigue: La educación no sirve únicamente para proveer al mundo
económico de personas cualificadas; no se dirige al ser humano como agente
económico, sino como finalidad del desarrollo. Realizar plenamente los talentos
y aptitudes que cada persona lleva en sí responde a la vez a su misión
humanista, a la exigencia de equidad que debe guiar toda política educativa y
las verdaderas necesidades de un desarrollo endógeno, respetuoso del medio
ambiente humano, natural y de la diversidad de las tradiciones y culturas.
En el caso español, las manifestaciones reiteradas por parte del
anterior ministro Wert (responsable de la LOMCE) y del actual, Méndez de Vigo y
su Secretario de Estado, Marcial Marín, respecto de la finalidad economicista
de la Educación, enunciada con carácter preferente en distintos foros y medios
de comunicación, confirman su concepción neoliberal del desarrollo de las personas,
y justamente auguran, si no se pone remedio, una influencia nefasta en las
actitudes del profesorado respecto de su rol docente.
En próximos artículos se abordarán aspectos concretos referidos
a las actitudes en relación con el rendimiento del alumnado.
[1] Stoetzel, J. (1971). Psicología
Social. Marfil, Alcoy, España.
[2]
Krech, D., Crutchfield, R. S. y Ballachey, E. L. (1972). Psicología Social. Biblioteca
Nueva, Madrid.
[3] Briñol, P., Falces, C. y
Becerra, A. (2007). Actitudes. En Psicología
social / coord. por Morales, J. F., Gaviria, E., Moya, M. C. y Cuadrado, M. I.. Págs. 457-490.
[4]
Esteve, J.M. (2009). La formación de profesores: bases
teóricas para el desarrollo de programas de formación inicial. Revista
de Educación, septiembre-diciembre, 15-29.
[5]
Marcelo, C. (2009c). Los comienzos en la docencia: un profesorado
con buenos principios. Profesorado:Revista de Currículum y
Formación de profesorado. 13 (1), pp.1-25.
[6] Pedró, F.
(2011). Un diagnóstico de la situación del profesorado en España desde una
perspectiva comparada. Revista de Educación, 340, 243-264.
[7]
Lopes, A.
(2007) La construcción de identidades docentes como constructo de structura y
dinámicas: argumentación y virtualidades teóricas y prácticas. Profesorado,
revista de currículum y formación del profesorado, 11(3).
[8]
Clotfelte, C., Ladd, H., y
Vigdor, J. (2007). Teacher Credentials and Student Achievement in High
School: A Cross-Subject Analysis with Student Fixed Effects. Recuperado de
[9] Ezer, H., Gilat, I., y Sagee, R. (2010). Perception of
Teacher Education and Professional Identity among Novice
Teachers. European Journal of Teacher Education, 33(4), 391-404.
[10] Korthagen, F., y Kessels, J. (2009). Linking theory
and practice: Changing the pedagogy of teacher education. Educational
Researcher, 28(4), 4-17.
[11] Zeichner, K. M.
(1993). Dialéctica de la socialización del profesor. Revista de Educación,
52, 95-123.
[12]
Ruiz, R. (2016). Medidas de atención a la diversidad. Una
experiencia de aula alternativa de adaptación e intervención educativa en
Burgos para alumnos en riesgo de fracaso y abandono escolar. Tesis
doctoral. Universidad de Burgos. p. 579.
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