La
satisfacción laboral ha sido y es un anhelo de los trabajadores en el seno de
las organizaciones y fueron los movimientos obreros organizados los que
consiguieron un gran avance en este sentido entre mediados del siglo XIX y
mediados del siglo XX (Hobsbaum (1998)[1].
Aunque no existe una definición unánimemente
aceptada del concepto “satisfacción laboral”, las facetas más mencionadas tienen
que ver, con el contenido del trabajo, con el salario y con las condiciones
(horarios, descansos, ambiente, etc.); en definitiva, tiene que ver con cómo se
sienten los trabajadores en relación con su trabajo y el grado en que les gusta
(Anaya y Suárez, 2007[2])
y se da por supuesto que la satisfacción laboral de las personas afecta a su
salud, a su rendimiento, al cumplimiento de los objetivos de la organización y
a su reputación.
La
investigación que relaciona directamente satisfacción laboral y rendimiento del
alumnado en los centros educativos es escasa, como veremos más adelante, por
consiguiente, la mayor parte de las conclusiones obtenidas en este sentido, son
deducciones indirectas derivadas de la creencia de que cuando los profesores se encuentran laboralmente
insatisfechos, tienen más problemas de salud y como consecuencia su rendimiento
y el de sus alumnos es menor. En sentido inverso, se presupone que la satisfacción
laboral promueve mejores logros de los estudiantes.