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miércoles, 13 de abril de 2016

ACTITUDES DEL PROFESORADO Y RENDIMIENTO. III. La profecía autocumplida

El efecto Pigmalión en la escuela

Cuando lo que alguien espera de otro, termina por cumplirse, ese es en esencia el significado de la profecía autocumplida. Quizás más conocido como efecto Pigmalión (en referencia al mito griego del mismo nombre), se empezó a utilizar en Psicología Social a partir de una investigación realizada en el ámbito educativo de Estados Unidos por Rosenthal y Jacobson en el año 1964, cuyos resultados se dieron a conocer en 1968, estando disponible ahora en lengua inglesa en edición de 1992[1], traduciéndose y editándose  por primera vez al español en 1980[2].
Tal investigación, diseñada con el objetivo de comprobar si la influencia de las expectativas favorables de los profesores, por sí mismas, inducían un aumento significativo en el rendimiento de los alumnos, consistió básicamente en un experimento en el que se pasó un test de inteligencia a todos los alumnos de una escuela, cuyos resultados se comunicaron a los profesores de manera aleatoria, es decir, la información no correspondía al resultado real de cada alumno, a la vez que se les aseguró que aquellos alumnos con mejores resultados en el test mejorarían significativamente en los meses siguientes. El test se repitió a los seis meses y a los dos años. El resultado final fue que el conjunto de alumnos mejoró, pero el 47 % de los que se atribuyó buenos resultados (al azar) mejoraron 20 puntos de CI, mientras que del grupo de alumnos a los que no se atribuían buenos resultados solo el 19 % mejoraron 20 puntos.

sábado, 2 de abril de 2016

ACTITUDES DEL PROFESORADO Y RENDIMIENTO. II. Algunas cautelas


Puntualizaciones generales
Como decía en el artículo anterior, las actitudes no nacen ya conformadas por una herencia genética, aunque puedan estar afectadas por ella, sino que aparecen a la vez que el organismo se desarrolla en toda su amplitud en la interacción con el medio y, a mi juicio, este medio (todo lo que rodea a una persona: familia, escuela, territorio, cultura, medios de comunicación, economía, políticas, etc.) determina fuertemente la aparición de unas u otras actitudes y su grado de intensidad.
En definitiva, herencia y medio contribuyen, como es sabido desde hace mucho tiempo, a establecer en la mente, a lo largo del desarrollo personal, el conjunto de ideas y sus interrelaciones, que desde el punto de vista evolutivo y biológico se localizan fundamentalmente en el “neo-córtex”,  conforman lo que denominamos sencillamente esquemas mentales o pensamiento, que a su vez subyace a la formación y expresión de las actitudes. 
Finalmente, aunque el sistema nervioso es uno, debemos tener presente que los aspectos emocionales de la mente, los sentimientos, son también determinantes de las actitudes. Las emociones, que tienen su asiento biológico en el  llamado “cerebro antiguo”, impulsan las acciones de las personas, eso sí, estas predisposiciones se encuentran adaptadas a la cultura en que cada ser humano se halla inmerso. Desde esta perspectiva, emociones como, alegría, tristeza, enfado, miedo, amor, odio, sorpresa, vergüenza, etc., por señalar algunas citadas por Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional”, concurrirían junto al pensamiento a suscitar o promover determinadas actitudes.