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martes, 12 de julio de 2016

INFLUENCIA DE LA RELACIÓN PROFESOR-ALUMNO EN EL RENDIMIENTO


Es un tema tocado tangencialmente en otros artículos. En este queremos mostrar evidencias concretas obtenidas de distintas investigaciones.
El saber popular anda dividido respecto al mejor modo en que la forma de relacionarse del profesorado con el alumnado puede contribuir a un mayor y mejor aprendizaje. Extrapolando un poco, unos piensan que el profesor tiene que ser fundamentalmente exigente, sancionador y marcar distancia personal con el alumno, otros creen que el profesor accesible, comprensivo y empático es el que consigue más motivación y éxito de sus pupilos. Evidentemente, se trata de una línea continua donde, entre los extremos, se encuentra una zona más neutral, aunque con cierto sesgo en uno u otro sentido.
Mi experiencia personal como discente es que cuando más motivado me he sentido y más he ampliado mi conocimiento, incluso en la edad adulta, ha sido cuando mis maestros han estado fundamentalmente posicionados en el lado de los accesibles, comprensivos y empáticos. Estas características no están reñidas con la exigencia proporcionada correspondiente y el mantenimiento del clima de respeto mutuo.

Como docente he cometido sin duda muchos errores y no pretendo presumir de buen profesor, pero he comprobado las ventajas de la misma forma de actuar que tuvieron algunos de mis maestros, de aquellos que intentaron entenderme en lugar de humillarme cuando mi trabajo escolar era poco productivo. Y esto mismo he podido escuchar y compartir con otros colegas.
Cuando no existe una fácil accesibilidad ni empatía suficiente con el alumnado, el profesor se impide a sí mismo la necesaria profundización en el conocimiento (en la medida de lo posible) del alumno. Los alumnos son diversos a causa de su bagaje cultural, conocimiento de la lengua, entorno familiar y social, etc., cada uno tiene necesidades diferentes y precisa propuestas de aprendizaje matizadas, y cuando estos requerimientos no son atendidos llega la frustración y desmotivación que, cuando sucede durante largo tiempo acaba, en muchos casos, con el abandono temprano del sistema educativo, de consecuencias personales nefastas. El café igual para todos no sirve suficientemente; diversificar es una necesidad.
Por supuesto, hay muchos profesores que tienen asumidos estos principios y su número aumenta cada día, aunque a veces el sistema, la organización, no los impulsa, pendiente más, en estos tiempos, de las reválidas selectivas, de orientación neoliberal.
Algunas asociaciones de padres y madres son conscientes de ello y lo ponen de manifiesto, por ejemplo, con campañas muy actuales por la adecuación de los deberes escolares para casa que tantos malos ratos hacen pasar a determinadas familias.
Recientemente el sociólogo de la educación  y catedrático de la UCM  Fernández-Enguita[1], en un artículo publicado en El País del 29 de mayo de 2016 (ampliado en su libro de lectura gratuita que se reseña al final) titulado Más escuela y menos aula, ponía el dedo en la llaga al señalar la necesidad de innovación y cambio de la escuela para adaptarse al entorno cambiante, y entre otros aspectos hacía referencia a nuevas relaciones de comunicación y aprendizaje opuestas a las viejas relaciones pedagógicas escolaresentre alumnos y con los profesores …
En otro orden de cosas, el conocimiento psicopedagógico acumulado especialmente a lo largo de los últimos 70 años, referido a cómo se produce el aprendizaje o el proceso de enseñanza-aprendizaje,  pone de manifiesto las circunstancias más favorables para que el rendimiento escolar se produzca con más eficacia.
La mayor parte de investigaciones referidas a este tópico podrían quedar comprendidas en dos categorías principales, motivación del alumnado y calidad del profesorado, ambas muy interrelacionadas. A nadie se le oculta que estos títulos comprenden numerosos componentes que interactúan entre sí y con otras constelaciones de variables vinculadas a otros ámbitos relacionados, por ejemplo, con la formación. En definitiva, esta complejidad hace difícil estudiar de manera totalmente exenta cualquiera de las numerosas caras que participan del universo educativo. Y, a la vez, esa es la razón por la que es necesario contemplar esa pluralidad en toda su extensión a la hora de tomar iniciativas tendentes a mejorarlo.
En lo que se refiere a “motivación” conviene tener en cuenta que se da por demostrado que más motivación promueve mayor rendimiento escolar, como ha quedado escrito en otros artículos anteriores, aunque quizás en el corto plazo su importancia no se aprecia, porque su influencia es como la del corredor de fondo, facilita la persistencia en el trabajo y la consecución del objetivo, del logro, en un tiempo  más largo. En todo caso, también parece probado que las medidas promotoras de motivación producen efectos más visibles en el alumnado menos avanzado y, por oportunas que sean, unas veces provocan cambios con cierta rapidez, y otras exigen periodos más largos, dependiendo también  del tipo de examen o requerimiento que se solicite del alumnado (más o menos complejo, más o menos profundo, etc.).
La profesora argentina Adriana Bono (2010)[2] pone de manifiesto en un artículo su opinión de que la relación entre alumnos y profesores, ese feedback,  puede ser el aspecto más relevante a tener en cuenta para conocer la motivación y posiblemente la clave que explica las actuaciones de los buenos profesores. También añade que esta tarea profesoral no es nada fácil.
El Instituto de Evaluación (2011)[3] llevó a cabo una evaluación externa en todo el Estado Español, en la que participaron 870 centros, 29154 alumnos y 4488 profesores, para chequear el sistema educativo, entre otros aspectos el rendimiento de los alumnos de 2º de ESO. Los resultados señalaron, entre otros, que a un alto grado de relación profesor-alumno correspondía una puntuación más alta en rendimiento escolar.
Tres investigaciones realizadas en países europeos insisten en la misma idea.
Un estudio realizado en Holanda (Den Brok, Brekelmans y Wubbels, 2005)[4] en 52 clases de 3º de inglés para extranjeros que comprendían un total de 1043 alumnos y 32 profesores de Educación Secundaria, estudiando dos dimensiones independientes de conducta, influencia (placer, pertinencia y esfuerzo) y proximidad (confianza) con el objetivo de conocer los efectos de la conducta de los profesores en la motivación del alumnado, dio como resultado claro que la conducta de proximidad (confianza) era la que ejercía un efecto mayor en la motivación de los estudiantes.
Otro trabajo realizado en Alemania (Rakoczy, Klieme, Bürgermeister y Harks, 2008)[5], para comprobar el efecto del feedback informativo positivo o negativo, relativo a las notas de la evaluación del alumnado, realizado colectivamente, puso de manifiesto que la motivación intrínseca creció en los estudiantes que recibieron información positiva y, por el contrario, se redujo en los de información negativa, confirmando que la falta de una actitud delicada y empática del profesor hacia sus alumnos, al ponerlos en evidencia ante el conjunto de la clase, provocó la reducción del grado de motivación. Se aprecia aquí también el efecto del refuerzo, positivo en un caso y negativo en otro. Sin embargo, no se encontraron evidencias significativas  de que ello afectara al rendimiento en Matemáticas, materia sobre la que se hizo el experimento.
En otra investigación realizada también en Alemania (Bakadorova y Raufelder, 2014)[6], en la que participaron 1088 alumnos con una media de edad de 13,7 años, de 7º y 8º grado, en escuelas de Secundaria de Brandenburg, pudo observarse que el apoyo motivador positivo de los profesores producía en los alumnos una asociación entre su autoconcepto escolar y su motivación de logro. Sin embargo esto no ocurría cuando el intento motivador provenía de sus compañeros estudiantes. Las autoras deducen que la relación positiva entre profesor y alumno puede ayudar a mantener la motivación del alumnado durante la adolescencia, sirviendo tanto de prevención como de intervención, en su caso.
Otras dos investigaciones realizadas en Hong Kong y China, abundan en la misma tesis.
Chang, Lau y Yuen (2011)[7], en un estudio en que participaron 15113 alumnos y 635 profesores de 86 escuelas de Educación Secundaria de Hong Kong, con el objeto de examinar la relación existente entre la atención del profesor a los estudiantes, su desarrollo personal, social y el logro académico, encontraron que la atención o conducta de “cuidado” de los profesores era un factor significativo tanto en el desarrollo personal y social del alumnado como en su logro académico, siendo mayor el efecto en el género femenino.
Un estudio correlacional llevado a cabo en China por Zang y Jiang (2009)[8] con 384 estudiantes de Secundaria, a través de auto-cuestionario, para conocer si la relación profesor-alumno tiene algo que ver con el rendimiento académico, dio por resultado que existe una estrecha concomitancia entre ambas variables y, por tanto, la buena relación entre ambos colectivos promueve un mejor rendimiento.
Otras investigaciones tangenciales al tema que nos ocupa en este artículo tienen que ver, por ejemplo, con la formación inicial del profesorado y la definición de lo que se ha dado en llamar “alta cualificación” en Estados Unidos, que, como se describe en el trabajo que sigue, tiene resultados aparentemente contradictorios con otros de su misma clase, aunque en este caso, al referirse exclusivamente al primer grado de la escuela elemental, no estaría justificado generalizar los resultados.
Phillips, K., (2010)[9], realizó un estudio en USA utilizando los datos de Early Childhood Longitudinal Study (ECLS-K), referido aproximadamente a 430 escuelas públicas, 1000 profesores y 4000 alumnos de primer grado de escuela elemental, para analizar la influencia de los profesores “altamente cualificados” (según la NCLB ACT, los criterios que definen esa cualificación, referidos a la escuela elemental, son: Certificación estatal de profesor, licenciatura o grado en una institución de Educación Superior y competencia en herramientas para enseñar lectura, escritura, matemáticas y otras áreas) en los logros de los estudiantes de ese nivel, puso de manifiesto que la definición “altamente cualificado” determinada por NCLB ACT, no daba cuenta de mejoras sustanciales entre el alumnado de primer grado, tanto para alumnos en riesgo como para los de no riesgo. Sin embargo, otros aspectos referidos a la formación del profesorado por medio de cursos adicionales específicos sobre el “desarrollo del niño” sí se relacionan más consistentemente con los logros en Matemáticas y Lectura. En definitiva, está claro que no es fácil definir debidamente cuál es el profesor altamente cualificado a partir de la formación inicial, al menos en lo que se refiere al profesorado de primer grado.
Otra investigación en la que se mezclan los efectos de la formación del profesorado y sus habilidades sociales y emocionales en la relación con sus alumnos abunda, aunque el mensaje no sea tan explícito, en la influencia de esas relaciones en los logros académicos. En el párrafo siguiente se resume el resultado.
El profesor Konstantopoulos (2011)[10], de la Universidad de Michigan, estudió la permanencia de los efectos de la actuación de los profesores en los primeros grados de la escolaridad, usando datos del Project STAR[11] (Student-Teacher Achievement Ratio). A pesar de que los resultados de investigaciones previas son contrapuestos, a favor y en contra, este trabajo muestra que los efectos de la competencia profesional de los maestros  de “alta calidad” y, especialmente, sus habilidades sociales y emocionales en la relación con sus alumnos en los primeros años, mantienen el logro académico en Lectura y Matemáticas, al menos hasta el tercer grado, en mayor medida en Lectura y en los últimos niveles más que en los primeros.
Podrían haberse aportado otras investigaciones más antiguas redundando en lo ya señalado, pero lo expuesto parece suficiente, ya que artículos anteriores muestran implícitamente la misma tendencia: la relación positiva entre profesor y alumno, en general, promueve un mejor rendimiento académico. Este mismo sentido podrá observarse cuando se aborden otros aspectos como el “clima social” en los centros educativos.











[1] Fernández Enguita, M. (2016).  La educación en la encrucijada.  Fundación Santillana, Madrid.
[2] Bono, A. (2010).  Los docentes como engranajes fundamentales en la promoción de la motivación de sus estudiantes. Revista Iberoamericana de Educación  nº. 54/2, Octubre 2010. 
[3] Instituto de Evaluación (2010). Evaluación general de Diagnóstico 2010 en 2º de ESO. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.
[4] Den Brok, P., Levy, J., Brekelmans, M. y Wubbels, T. (2005). The effect of teacher interpersonal behaviour on students' subject-specific motivation. Journal of Classroom Interaction, Vol 40(2), 2005, 20-23.
[5] Rakoczy, K., Klieme, E., Bürgermeister, A. y Harks, B. (2008). The interplay between student evaluation and instruction: Grading and feedback in mathematics classrooms. Zeitschrift für Psychologie/Journal of Psychology, Vol 216(2), 2008, 111-124. 
[6] Bakadorova, O. y Raufelder, D., (2014).  The mediating role of socio-motivational support in the association between individual school self-concept and achievement motivation amongst adolescent students. European Journal of Psychology of Education, Vol 29(3), Sep 2014, 347-366.
[7]  Chan, R. M. C., Lau, P. S. Y. y Yuen, M. (2011). Interrelationships among teacher care, students' life skills development, and academic achievement: Implications for school guidance work. Asian Journal of Counselling, Vol 18 (1-2), 2011, 63-94.
[8]  Zang , B. y Jiang, T.  (2009). A correlation analysis of teacher-student relationship and academic achievement in junior high schools. Psychological Science (China), Vol 32(4), Jul 20 , 2009, 1015-1017. 
[10]  Konstantopoulos, S. (2011). Teacher effects in early grades: Evidence from a randomized study. Teachers College Record, Vol 113(7), 2011, 1541-1565.
 [11] Mosteler, F. (1995). The Tennessee Study of Class Size in the Early School Grades. The Future of Children Critical Issues for Children and Youths, Vol. 5 • No. 2 – Summer/Fall 1995.

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