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lunes, 13 de febrero de 2017

CULTURA ORGANIZACIONAL EN CENTROS EDUCATIVOS (I)


Trataré de contextualizar y definir el concepto, de acuerdo con diferentes autores.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define “cultura”, en su tercera acepción, como el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grados de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social.
La cultura organizacional es un constructo que aparece en los años '70 del siglo pasado en el argot y literatura referida a la organización de las empresas en el mundo empresarial anglosajón, principalmente en Estados Unidos de América, y se expande en la década de los '80 y sucesivas, en todo el mundo occidental, ocupando el protagonismo que en las dos décadas precedentes tuvo el constructo “clima” del que hemos hablado en artículos anteriores. Ambos constructos se solapan en parte a la hora de su estudio, compartiendo algunas dimensiones y dificultando la delimitación clara entre ambos. El objetivo de la aplicación de este conocimiento es buscar cambios en las organizaciones productivas para mejorar su rendimiento y beneficios.
Schein (1990)[1], es uno de los teóricos originarios de referencia que merece la pena consultar porque, a la vez, es crítico con todo el bagaje que lleva asociado el constructo, de tal manera que ya en 1988[2], decía textualmente lo siguiente  En mi opinión una teoría es inútil si no puedo localizar en la vida diaria ejemplos del fenómeno que trata, si no puedo observar y sentir el impacto de aquello que la teoría o el modelo pretenden explicar. Dado que la cultura es algo sumamente abstracto y que tan solo podemos elaborar de ella modelos intelectuales, es particularmente importante averiguar si estos modelos esclarecen algo y si pueden ser esclarecidos por nuestra propia experiencia. (p.13).  
Aunque existen diferentes paradigmas o corrientes a la hora de definir y entender la cultura organizacional (en adelante CO), podríamos decir con Peiró (1990)[3] que conviven dos orientaciones principales: a) La más clásica, que describe la cultura organizacional como una cualidad interna de una organización o de parte de ella, también llamada funcionalista / objetivista, que la considera como algo observable que se puede gestionar y cambiar incidiendo en los recursos humanos, recompensas, entrenamiento, procesamiento de la información, evaluación, etc.  Por referirlo a “contenidos”, diríamos que se ocupa o actúa fundamentalmente sobre los niveles más superficiales como lenguaje, rituales, normas, costumbres, símbolos, espacios, etc. , que como puede colegirse son relativamente más fáciles de modificar que otros; b) El modelo que considera la organización como “cultura”, como una construcción simbólica de carácter sociocognitivo, como un fenómeno social que es creado más que heredado por los miembros de un grupo, en el que la comunicación tiene un papel esencial para la creación y expresión de símbolos que configuran esa cultura y construyen su realidad social. Desde la perspectiva de los “contenidos”, este modelo se identifica con un nivel más profundo que el anterior, como las creencias básicas y los valores, que claramente son más difíciles de modificar.
Resulta difícil si no imposible no encontrar solapamientos entre ambos tipos de planteamiento, ya que la “cultura” es algo que “es” pero que se puede modificar, que se construye desde la doble vía de organización / personas, y viceversa, personas / organización, que obra en un entorno en el que influye y es influida, y contribuye de alguna manera al logro de los objetivos de la organización; como consecuencia, existe una cierta complementariedad que aconseja, a la hora de afrontar cualquier cambio, optar por una actitud ecléctica a la vez que crítica (Peiró, 1990; Sihel, 1985[4]), seleccionando los aspectos y condiciones de la cultura que pueden ser abordados con mayor garantía de éxito (Lundeberg, 1985)[5].
Después de esta introducción, por no abundar más en el campo de la empresa productiva, la definición de Peiró (1996)[6] me parece que por su sencillez puede ser asumida por la gran mayoría de personas que trabajan con el concepto, aunque resulte un poco generalista y muchos le pondrían matices. Y es la siguiente: sistema de creencias y asunciones de una organización que son compartidas por sus miembros y fundamentan las interpretaciones de lo que ocurre en ellas y de otros fenómenos relevantes (p. 176).
Y de aquí pasamos al ámbito educativo.
El concepto de cultura, que distintos estudiosos definen para este campo, puede considerarse similar al descrito para el área empresarial productiva, aunque si bien es cierto que en un principio es la investigación realizada en la empresa la que nutre a los estudiosos del tema en la educación, también ocurre que se fueron abriendo poco a poco diversos frentes de estudio tanto en los niveles educativos básicos y medios, como en los universitarios, que han ido conformando un cuerpo de doctrina específico.
De esta manera, a estas alturas, existe una abundante producción especulativa sobre el tema, centrándose especialmente en algunos tópicos, como la formación de la cultura, el papel de la comunicación, la relación biunívoca cultura/persona, la innovación, el proceso de cambio y las condiciones requeridas para el cambio.
En el caso de España la mayor parte de la investigación procede del área de conocimiento “Organización Escolar”, utilizándose prioritariamente metodologías de tipo cualitativo, etnográfico, donde la investigación longitudinal brilla por su ausencia, dadas las dificultades y los esfuerzos de todo tipo que requiere.
El estudioso español López (2005:123)[7] entiende la cultura organizativa en educación como … la estructura social, históricamente construida de creencias, valores, normas y modos de ver el mundo y de actuar en él, que identifica a los miembros de la organización o a una parte de ellos.
En todo caso, todos los expertos coinciden, en alto grado, en considerar la “cultura escolar” (organización del aprendizaje, confianza relacional, rendición de cuentas, programas, profesionales, etc.) como el hilo conductor de todo lo que sucede en la escuela. Así lo manifiestan Kaplan y Owings (2013)[8] y Boan (2006)[9], que añaden, sin que suponga contradicción con lo anterior, que la CO es a la vez el principal foco para trabajar y actuar en pos del cambio y también el mayor obstáculo para la mejora del rendimiento en equipos de trabajo y para conseguir el cambio. Como dice el anteriormente citado López, la cultura actúa como un poderoso  mecanismo de defensa ante las perturbaciones procedentes del exterior y tiende a perpetuarse, pero hay posibilidades de cambio porque toda organización está expuesta al conflicto y la diversidad.
Ayudará esclarecer el concepto y a formarse una idea más pragmática de lo que puede ser la CO en el ámbito educativo, si se apuntan las dimensiones que más habitualmente forman parte de la investigación al respecto y son, a mi juicio:
·        Las relaciones humanas,
·        Equidad en la vida escolar,
·        Compromiso y entusiasmo con la tarea y objetivos,
·        Reconocimiento del esfuerzo,
·        Comunicación e integración del personal,
·        Comunicación y evolución histórica de la organización,
·        Confianza, etc.
Especialmente importantes, entre las dimensiones de la CO citadas, son las que afectan a la relación de la organización con las personas que la forman y entre ellas, es decir, la relación vertical y horizontal, campo poco estudiado, aunque de importancia por todos conocida. Se sabe que existe influencia mutua, pero es preciso reconocer que habitualmente es la organización la que fagocita a las personas, es decir la que atrae e integra a cada nuevo miembro en su sistema o en alguna de las subculturas existentes (una especie de síndrome de Estocolmo). Es verdad que personas con fortaleza de convicciones divergentes pueden resistirse relativamente y convertirse en líderes de alguna subcultura (la existencia de subculturas dentro de la organización escolar es un hecho, según nos cuenta Fernández [2002][10] en su tesis doctoral), o del conjunto, en cuyo caso pueden terminar cediendo en buena parte de sus planteamientos para poder mantener su posición en la idea de lograr cambios parciales. Esto no es ni bueno ni malo, es lo que suele ocurrir en muchas organizaciones.
Este ámbito de las relaciones humanas se encuentra directamente vinculado con la comunicación en sus diversas formas, tanto entre el profesorado como entre este colectivo y la dirección del centro y con los otros actores de la comunidad educativa, alumnado y familias. En este sentido, las actitudes equitativas de la dirección respecto del profesorado, el reconocimiento de su esfuerzo y la facilitación de la comunicación a través de una buena y oportuna información, además de fórmulas de participación efectiva que permitan resolver los conflictos por consenso, son condiciones para que el “ambiente” creado en el conjunto favorezca la consecución de los objetivos educativos.
Estos aspectos se encuentran en la base de otras dimensiones que forman parte de la CO como la confianza, el compromiso y la construcción de esa CO a través del tiempo.
Y de aquí pasamos al matiz geográfico e histórico. ¿Tiene algo que ver la “cultura organizacional escolar” con la historia y las leyes educativas de un país? La pregunta tiene una respuesta claramente positiva, sería difícil de entender un sistema educativo sin referentes. En algún sentido, podríamos hablar de una “cultura nacional educativa” (no “nacionalista” en el sentido peyorativo del término), enmarcada en la evolución histórica del sistema educativo (leyes, formación del profesorado, acceso a la profesión, titularidad de los centros, recursos económicos aportados, funcionamiento democrático, etc.) y en la “cultura” del propio país, si hablamos más genéricamente. Estas circunstancias determinan una “cultura fuerte”, muy arraigada, asumida por los miembros que conforman la institución, difícil de modificar, pero que es el objetivo principal de los intentos de cambio, si se desea que perduren en el tiempo. De alguna manera, así es entendido por autores como Peretz y Fried (2012)[11].
Abundando sobre lo dicho, aunque ya se habló de ello en artículos pasados, es preciso reconocer que, aunque las leyes educativas no inciden en los cambios, prácticas y resultados educativos en el corto plazo, no es menos cierto que terminan, en el medio y largo plazo, impregnando la CO de las instituciones educativas.
En el próximo artículo se comentarán diversas investigaciones al respecto, intentando poner de manifiesto la influencia de la CO en el rendimiento del alumnado.




[1] Schein, E. H. (1990): Organizational culture. American Psychologist, Vol. 45, (2), pp. 109-119.
[2] Schein, E. H.  (1988). La cultura empresarial y el liderazgo.  Barcelona: Plaza & Janés  editores.
[3] Peiró, J. M. (1990): Organizaciones: nuevas perspectivas psicosociológicas. Barcelona: PPU.
[4] Sihel, C. (1985): After the Founder: An opportunity to Manage Culture, en T. J. Frost et al. (eds), Organizational Culture, (pp. 125-140). Beverly Hills Ca.: Sage Pub.
[5] Lundeberg, C. C. (1985): On the Feasibility of Cultural Intervention in Organizations. En P. J. Frost et al, (eds): Organizational Culture, (pp. 169-186). Beverly Hills Ca.: Sage Pub.
[6] Peiró, J. M. (1996): Psicología social de las organizaciones. En J. L. Álvaro, A. Garrido y J. R. Torregrosa (coord.), Psicología social aplicada, (pp. 155-197). Madrid: McGraw-Hill.
[7] López, J.  (2005).  El análisis de las organizaciones educativas desde una perspectiva complejaEn M. A. Santos Guerra (Coord.), Escuelas para la democracia. Cultura, organización y dirección de instituciones educativas,  (pp. 109-127). Santander: Consejería de Educación del Gobierno de  Cantabria.
[8] Kaplan, L. S. y Owings, W. A. (2013). Culture re-boot: Reinvigorating school culture to improve student outcomes. US, CA: Corwin Press.
[9] Boan, D. M. (2006). Cognitive-behavior modification  and organizational culture. Consulting Psychology Journal: Practice  and Research, Vol. 58(1), pp. 51-61.
[10] Fernández, J. M. (2002).  Cultura de la Organización y centro educativo. Tesis doctoral: Universidad Complutense de Madrid, España.
[11] Peretz, H. y Fried, Y. (2012). National cultures, performance appraisal practices, and organizational absenteeism and turnover: A study across 21 countries. Journal of Applied Psychology, Vol. 97(2), pp. 448-459.

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