EL
LIDERAZGO EN ORGANIZACIONES NO EDUCATIVAS[1]
La
implantación de nuevas, eficaces y modernas formas de liderazgo en la cultura
de las organizaciones, tanto productoras de bienes, como educativas, resulta
difícil, plantea muchas dificultades y, como consecuencia, no puede decirse que
se hayan extendido mucho en nuestro país y, a riesgo de equivocarme, en todo el
mundo. Es más, la crítica situación económica de los últimos tiempos parece
provocar una regresión hacia sistemas de liderazgo más propios de otras épocas.
En todo caso, no se conocen estudios serios con la suficiente amplitud que
puedan explicar los tipos de liderazgo asumidos por las organizaciones en todo
el mundo.
No obstante, aunque de manera insuficiente, la
investigación no ha dejado de crecer, fundamentalmente en el mundo de las
organizaciones productivas y más concretamente en las industriales, con una
gran fecundidad en USA que, de alguna manera, se ha trasladado en todo o en
parte al ámbito de las organizaciones de servicios, especialmente a los
terrenos sanitario, educacional y
social.
En todo caso, conviene señalar que el “nicho”
directivo de la mujer, aunque ha avanzado, aún está relegado a un segundo término
como
consecuencia de roles sexistas de poder, prejuicios históricos en las
relaciones de género y otras circunstancias, cuya reversión requiere de mayor
participación y control de recursos por parte de las mujeres (Barberá, Ramos y
Candela, 2011[2];
Barberá y Ramos, 2004[3]).
Hablar
de liderazgo es hablar de Dirección de Recursos Humanos (DRH), lo que según
González (1999)[4]
“supone pasar de un optimismo desbordante a un escepticismo emergente.
Escepticismo que se ve acrecentado cuando se analizan, tanto las escasas
propuestas teóricas, como las prácticas que desarrollan las empresas o las
consultoras especializadas” (p. 25), y pronostica que “la DRH tomará una
dirección más estratégica y personalizada que busque involucrar y comprometer
al trabajador en el proyecto de empresa, una dirección centrada sobre la
conducta organizacional con técnicas como la gestión de competencias y/o
gestión del desempeño, una dirección de calidad y creatividad que aporte una
ventaja competitiva” (p. 33).
Como muestra del interés suscitado en España por
todo lo relacionado con el liderazgo y, en general, con las organizaciones,
merece destacarse la creación del
Instituto de Investigación en Psicología de los Recursos Humanos, del
Desarrollo Organizacional y de la Calidad de Vida Laboral (IDOCAL), en el año
2008, en el seno de la Universidad de Valencia.
Distintos trabajos, de los que solo unos pocos citaremos
aquí por ser ajenos al ámbito educativo, pero se encuentran a disposición en la
Tesis Doctoral del autor, dan cuenta de los efectos del liderazgo en el clima
de las organizaciones y su eficacia, sobresaliendo aspectos del comportamiento
del líder como, comunicación, consideración y empatía (García, 2006[5];
Barriere, Anson, Ording y Rogers, 2002[6];
Pedersen y Pope, 2007[7];
Gil, Rico y Sánchez-Manzanares, 2008[8]),
en la salud laboral de los empleados (Peiró y Rodríguez, 2008)[9]
e influye de manera diferente según la cultura del país (Tziner,
Kaufman, Vasiliu, y Tordera, 2011)[10].
Como conclusión, decir que la
investigación empírica sobre liderazgo pone de manifiesto su importancia,
aunque sea indirecta, en relación con el
rendimiento y con la salud y bienestar del personal que integra las
organizaciones. Además, parece deducirse que
continúan coexistiendo los distintos tipos de liderazgo clásicos,
transformacional, transaccional y laissez-faire
(con distintas versionas y matices) en distintas organizaciones.
Por otro lado, podríamos
decir que no existe un único tipo de liderazgo óptimo, sino que depende del
contexto situacional y la competencia y madurez de los empleados. Sin embargo,
se pone de manifiesto que el denominado liderazgo transformacional, en términos
generales, consigue mejores resultados que el transaccional y, por supuesto,
que el laissez-faire. A la vez, está adquiriendo más realce el empowerment de los subordinados y su
cooperación en una suerte de liderazgo distribuido compartido.
Al hilo de este
discurso puede ser oportuno traer a colación lo que dice Larramendi (2012)[11] al
comentar la gesta de Amundsen: este pudo
llegar al polo Sur y regresar conservando todo su equipo humano, entre otras
cosas, gracias a la manera de proceder, caracterizada por el ejercicio de
un liderazgo horizontal y compartido, y
una preparación adaptada al medio; por el contrario, Scot, ejerciendo un
liderazgo jerárquico, vertical, utilizando procedimientos ajenos o extraños al
medio, llegó más tarde y además pereció con su equipo. De la misma opinión es
Cacho (2011)[12]
al enjuiciar el liderazgo de Amundsen y Scott.
La paradoja planteada
en alguna investigación, de que con mayor participación ofrecida por el líder
aparece una mayor resistencia a la colaboración, desaparece si reflexionamos e
introducimos las variables tiempo y profundidad. Una mayor participación
redunda en mayor y mejor información y origina el debate que permite mayor
profundización y compromiso, eso sí, con resultados más tardíos en el tiempo
pero más duraderos.
Para finalizar este
punto concluiríamos que el líder, para mejor lograr sus objetivos, precisa adornarse de algunas cualidades que
de alguna manera facilitan su tarea y pueden ser aprendidas, siendo las más
importantes:
a)
Sentido
de misión (tener clara la meta, los objetivos y un cierto grado de entusiasmo
por lograrlos);
b)
Consideración
hacia los subordinados (actitud democrática, justicia en el trato [recompensas
p. e.], abierto a la participación y compartición de funciones);
c)
Capacidad
comunicativa;
d)
Equilibrio
entre la orientación a la tarea y a las personas.
[1] Angulo, J. A. (2013). Cultura
Organizacional, clima y liderazgo en organizaciones educativas. Tesis doctoral. Universidad de Valladolid,
pp. 192-200.
[2] Barberá, E., Ramos, A. y
Candela, C. (2011). Laberinto de cristal en el liderazgo de las mujeres. Psicothema,
Vol. 23, nº. 2, pp. 173-179.
[3] Barberá, E., y Ramos, A. (2004). Liderazgo
y discriminación de género. Revista de Psicología General y Aplicada, 57(2),
147-160.
[4] González, L. (1999). Modelos de
dirección de recursos humanos. Papeles
del psicólogo, nº. 72, pp. 25-34.
[5] García, I. (2006).
La formación del clima psicológico y su relación con los estilos de
liderazgo. Tesis doctoral de la
Universidad de Granada, España.
[6] Barriere, M. T.,
Anson, B. R., Ording, R. S. y Rogers, E. (2002). Culture transformation in a
health care organization: A process for
building adaptive capabilities through leadership development. Consulting Psychology Journal: Practice and
Research, Vol. 54(2), 116-130. ABSTRACT.10.1037/1061-4087.54.2.116.
[7]
Pedersen,
P. B. y Pope, M. (2010). Inclusive cultural empathy for successful global
leadership. American
Psychologist,
Vol. 65(8), pp. 841-854. ABSTRACT 10.1037/0003-066X.65.8.841.
[8]
Gil, F., Rico, R. y Sánchez-Manzanares,
M. (2008). Eficacia de equipos de trabajo.
Papeles del Psicólogo, vol. 29 (1), pp. 25-31.
[9]
Peiró, J. M. y Rodriguez, I.
(2008). Estrés laboral, liderazgo
y salud organizacional. Papeles del Psicólogo, vol. 29 (1), pp. 68-82.
[10]
Tziner,
A., Kaufman, R., Vasiliu, C. y Tordera,
N. (2011). Organizational
Perceptions, Leadership and Performance in Work Settings: Do they Interrelate? Revista de Psicología del
Trabajo y de las Organizaciones, vol. 27, n.º 3 ,
pp. 205-211.
[11] Larramendi, R. (2012). Expedición al polo
Sur. Antártida Winpowered Acciona.
Al Filo de lo Imposible, programa de TVE.
[12]
Cacho, J. (2011). Amundsen-Scott: duelo en la Antártida. La
carrera al polo Sur. Madrid: Fórcola Ediciones.
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