En la primera
entrega sobre este tema, se presentaban dos formas antagónicas de entender la
Educación, en relación a la conquista de aprendizajes por parte del alumnado de
los centros educativos. Se trataba de dos paradigmas diferenciados: a) Orientación a resultados y b) Orientación a valores básicos. El
primero, muy en boga en el ámbito anglosajón (Reino Unido, EE. UU. y Australia,
entre otros), pretende trasladar el modelo organizativo de la empresa
productiva al mundo educativo (exámenes muy frecuentes en algunas materias y
recompensas a directores y profesores según resultados del alumnado). El
segundo, el clásico en la Europa continental (basado en el cultivo y
enriquecimiento de la personalidad del alumno en toda su amplitud, es decir,
buscando resultados no solo en las áreas curriculares como Lengua, Matemáticas,
Ciencias Naturales, etc., sino también y especialmente en los valores que los
preparan para ser ciudadanos libres y responsables en el futuro).
Sin embargo ¿ha
demostrado alguien que el modelo sesgado descaradamente a resultados consigue que el alumnado de un país consiga un mejor
aprovechamiento que otros que ponen el acento en lo que ha venido siendo en
muchos lugares orientación a valores
básicos? Desde luego no hay respuestas contundentes. Casi siempre los
defensores del modelo “resultados” muestran algunas investigaciones en que
aparecen mejoras en el rendimiento del alumnado (generalmente en Lectura y
Matemáticas), pero también podemos contar con numerosos estudios en que centros
con la orientación alternativa mejoran en su rendimiento en esas mismas áreas
curriculares. En suma, planes de mejora de los centros, mantenidos durante
algún tiempo, consiguen progresos en rendimiento en las mismas áreas
curriculares con los dos modelos descritos.