El
aumento del poder de los directores de los centros públicos es una de las
conclusiones que se deducen de la lectura del reciente Decreto de la
Comunidad Autónoma de Castilla y León (23/2014, de 12 de junio) publicado en el
BOCYL del día 13 de este mismo mes, relativo al marco
del gobierno y autonomía de los centros docentes sostenidos con fondos
públicos, que impartan enseñanzas no universitarias.
Este
decreto proyecta luces y sombras en relación con la organización de los centros
escolares no universitarios. El intento de promover mayor autonomía es un
propósito loable, pero hay algunos aspectos que lo ensombrecen.
Tal
como se dice en la introducción, se trata de reforzar la capacidad de gestión
de la dirección de los centros. Aquí nos vamos a centrar concretamente en las
atribuciones de directores y directoras, como cargos unipersonales, de esos
centros.
De
acuerdo con los artículos 5.4, 10.7 y 18.1, el director aprobará el Proyecto
Educativo, el Proyecto de Autonomía y los Documentos de Planificación
Pedagógica. Como es sabido, con la normativa anterior de la LOE,
esta atribución la ostentaba el Consejo Escolar, un órgano presidido por el
director, pero con representación de profesorado, padres y alumnado, que,
además aprobaba también la Programación General Anual.
Este
resultado viene derivado de la nueva Ley “Wert” que despoja esta competencia a
los Consejos Escolares. Puede que los Consejos Escolares no hayan funcionado
todo lo bien que debieran, pero al menos eran una garantía de mayor
participación; en todo caso, la mayoría de profesorado en su composición
suponía un claro aval técnico colectivo al respecto.
No
se conforma la Junta de Castilla y León con omitir esta competencia de los
Consejos Escolares, sino que ni siquiera permite que sea una capacidad a ejercer por el conjunto del
equipo directivo del centro, formado
también por Jefes de Estudios y Secretario. De esta manera se da un paso
más en la línea de fortalecer un cargo unipersonal (que ya estaba sesgado por
el procedimiento de selección), limitando la posibilidad de un liderazgo
compartido y/o distribuido, modalidad que la mayoría de los expertos nacionales
e internacionales consideran más efectiva para conseguir mejorar los resultados
educativos.
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