Hay un consenso generalizado entre
los expertos en Educación, incluido el profesorado no universitario, en que el
factor clave del sistema educativo es el profesorado y la investigación indica
que su calidad es uno de los factores más importantes, si no el mayor, para
explicar los resultados del alumnado. Por citar algunas, las siguientes
referencias corroboran la afirmación anterior: Fullan (2002)[i],
Murillo, Cerdán y Grañeras (1999)[ii],
OCDE (2005)[iii],
TIMSS (2003)[iv].
Por matizar algo esta cuestión, no
conviene olvidar otros factores determinantes del éxito escolar, ya citados en
artículos anteriores, como el nivel socioeconómico y cultural familiar que
probablemente sobrepasa en importancia al anterior.
También existe un gran acuerdo en
que la mayor y mejor formación del profesorado promueve un rendimiento superior
del alumnado; puede decirse que profesionales, ciudadanos y políticos lo han manifestado repetidamente en
intervenciones orales y escritas.
Ahora bien, no resulta tan fácil
determinar qué debe significar mayor y
mejor formación; delimitar el
alcance, los límites, los matices de estos adjetivos es tarea complicada, dado
que no existe un convenio social claro respecto de los propios objetivos
educativos en las distintas comunidades y estados, lo que deviene en muchas
ocasiones en cambios legislativos según las fuerzas políticas que ejercen el
poder.
Por poner un ejemplo, la OCDE promueve en todo el mundo la mejora del rendimiento en materias como Matemáticas, Ciencias e Idiomas, pensando fundamentalmente en el mundo productivo, olvidando o prestando una atención mucho menor o casi nula al ámbito de la Humanidades en general y a los aspectos relacionados con valores como derechos humanos, democracia, justicia, respeto, relaciones de igualdad, etc. en particular; otras organizaciones más centradas en las personas y no tanto en la producción de bienes contemplan la Educación con otra perspectiva diferente.
Por poner un ejemplo, la OCDE promueve en todo el mundo la mejora del rendimiento en materias como Matemáticas, Ciencias e Idiomas, pensando fundamentalmente en el mundo productivo, olvidando o prestando una atención mucho menor o casi nula al ámbito de la Humanidades en general y a los aspectos relacionados con valores como derechos humanos, democracia, justicia, respeto, relaciones de igualdad, etc. en particular; otras organizaciones más centradas en las personas y no tanto en la producción de bienes contemplan la Educación con otra perspectiva diferente.
En este sentido, el actual
Secretario de Estado de Educación, Marcial Marín, recientemente anunció, mejor
dicho preconizó con inusitada fuerza, que la Educación, desde la etapa
Primaria, debía orientarse a “satisfacer las necesidades de las empresas”,
olvidando el carácter formativo básico e integral de la Educación Básica
Obligatoria.
De aquí deriva una formación del
profesorado definida con una u otra orientación por los gobiernos de los
distintos países y, como consecuencia, en distintos países encontramos
distintas fórmulas de preparación y acceso profesional, circunstancia que hace
difícil comparar los resultados de investigaciones entre ellos cuando las
variables, en este caso la formación, tienen la misma denominación pero
difieren en el contenido.
Por estas y otras razones, como por
ejemplo, que el rendimiento del alumnado es un producto multicondicionado y,
por tanto, para entenderlo hay que tener en cuenta una gran variedad de
circunstancias, como ya decía Gimeno (1976)[v], distintas
investigaciones ponen de relieve la dificultad de establecer el alcance de la
influencia de la formación del profesorado en los resultados escolares de los
estudiantes.
En el mismo sentido que Gimeno se
manifiesta Marder (2012)[vi]
alertando de la dificultad de medir la calidad de los profesores por la gran
cantidad de variables que intervienen e interactúan y la necesidad de realizar
un seguimiento preciso durante años. Añadiendo mi propia opinión diría que otro
inconveniente para investigar este asunto es la movilidad del profesorado, al
menos en los centros públicos españoles, que son los más accesibles a este tipo
de estudios.
Murillo, Cerdán y Grañeras (1999)
ya citados opinan que … no es fácil
determinar los aspectos relativos al profesorado que tienen mayor protagonismo
como herramientas favorecedoras de un incremento de la calidad y la equidad
educativas, entre otras razones porque las relaciones entre dichas cuestiones
son claramente infranqueables. … Introducen otra reflexión añadida que no
se ha abordado suficientemente y es la llamada formación “permanente o
continua”, difícil de computar a la hora de investigar.
La Fundación GATES (2012)[vii], en
una investigación dirigida por el profesor Kane (Harvard University) en la que
participaron 1333 profesores y 44000 estudiantes, después de analizar pruebas
más cualitativas de Matemáticas y Lectura que las utilizadas en la Encuesta
Nacional (EEUU), con el añadido de 7400 vídeos de observaciones en las clases
(al menos tres veces en cada una), llega a la conclusión de: 1) que existe una
gran dificultad en comprobar la calidad del profesorado; 2) que la valoración
de mayor formación sin ponderar la mayor experiencia reportó pequeñas
diferencias en rendimiento, y 3) la mayor formación y la mayor experiencia
tampoco dieron cuenta de mayor apego de los estudiantes a la escuela (efecto que
supuestamente buscan las familias).
Abundando en todo lo dicho, Goog
(2014)[viii]
indica que el conocimiento de cómo influye la formación del profesorado en el
rendimiento del alumnado es limitado y la investigación escasa.
Las apreciaciones precedentes nos
hablan de las dificultades para discernir qué formación y qué capacidades y
actitudes de los profesores influyen en el mejor rendimiento escolar.
En el artículo siguiente se
expondrán distintos estudios en los que se contempla la incidencia de la
formación en los resultados escolares.
[ii] Murillo, F. J., Cerdán, J. y Grañeras, M.
(1999). Políticas de calidad y equidad en
el sistema educativo español. Revista de Educación 319, pp.
91-113.
[iii]
OCDE (2005). Teachers matter: attracting, developping and retaining
effective teachers. Paris,
OCDE.
[iv] TIMSS (2003). Estudio Internacional de Tendencias en
Matemáticas y Ciencias. Ministerio de
Educación,
Cultura y Deporte. Instituto Nacional de Calidad y Evaluación.
[v] Gimeno, J. (1976). Autoconcepto, sociabilidad y rendimiento escolar. Madrid:
Ministerio de Educación y Ciencia. Instituto Nacional de Ciencias
de la Educación.
[vi] Marder, M. (2012). Measuring Teacher Quality with Value-Added Modeling
.Kappa Delta Pi Record, v. 48 nº. 4 pp.
156-161.
[vii]
Thomas J. Kane
(Harvard U.) (2012). Gathering Feedback for Teaching. B.
and M. Gates Foundation.
[viii] Good, T. L.
(2014). What do we know about how teachers influence student performance on standardized
tests: And why do we know so little about other student outcomes? Teachers College Record, v. 116 (1), Jan 2014, pp.
1-22.
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