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miércoles, 17 de octubre de 2018

CULTURA ORGANIZACIONAL EN CENTROS EDUCATIVOS VI



Relaciones entre profesorado y administradores

El estilo o modelo de relación que las administraciones educativas y/o sus representantes (administradores e inspectores) establecen con las direcciones de los centros educativos y su profesorado es, supuestamente, una variable interviniente en lo que solemos denominar “calidad educativa” de las instituciones dedicadas al menester que nos ocupa, en los niveles no universitarios. Se da por hecho que en países con sistemas políticos democráticos estas relaciones, aunque estén jerarquizadas, obedecen a normativas establecidas por sus parlamentos y, además, gozan de un cierto grado de flexibilidad que permite cierta autonomía en el funcionamiento, circunstancia que hace presuponer una influencia positiva en el sistema de cara al logro de los objetivos.

Por el contrario, en regímenes políticos autocráticos, en general, el autoritarismo y la rigidez, imponen objetivos y contenidos indiscutibles que impiden la iniciativa creativa y la innovación provocando la esclerosis del sistema, aspectos que se consideran muy negativos desde el punto de vista del que suscribe.


A la hora de escribir este artículo, el autor no dispone de material investigador suficiente para comparar las dos opciones comentadas en los dos párrafos anteriores, por lo que, a continuación se van exponer algunas investigaciones, desarrolladas en países del mundo “democrático”, que tienen que ver con el título de este texto y se considera quedan comprendidas “grosso modo” dentro del epígrafe de “Cultura Organizacional”.

 Una primera, amplia e importante investigación, fue realizada en el Estado de Minnesota (EEUU) por Dretzke y otros (2015)[1]

Esta investigación piloto, realizada por el estado de Minnesota con el auxilio de la Universidad de Minnesota, con el objetivo de desarrollar un modelo de crecimiento y mejora  profesional del profesorado, para todo el Estado, conllevaba un análisis del rendimiento del profesorado en tres áreas principales: Práctica docente, compromiso de los estudiantes y aprendizaje y mejora de los estudiantes.
Se llevó a cabo a lo largo del curso 2013-14 en 17 distritos escolares (una de las escuelas modelo “charter”) y afectaba a 866 profesores de escuela elemental y secundaria y sus directores.
Se utilizó un procedimiento mixto, cuantitativo/cualitativo, con cuestionarios anónimos y entrevistas presenciales. Se utilizaron dos cuestionarios para el profesorado a comienzo de curso y otros dos al final, un cuestionario de principio de curso y otro de final en el caso de los directores, un protocolo para la entrevista al profesorado y otro a directores, así como otro protocolo para contestar por parte de dos responsables del “staff” departamental.
Los resultados más relevantes fueron:
a)      Aproximadamente 2/3 del profesorado respondieron a las encuestas de comienzo de curso y solo 1/3 a la de fin de curso.
b)      De los aproximadamente 100 profesores que contestaron  ambas encuestas, 50% relataron dificultades para escribir sobre sus objetivos de crecimiento personal; 66% preferían consultar las dudas con un colega y valoraban bien esa actuación, antes que hacerlo con un director evaluador; entre 57% y 66% no aprobaban que el compromiso de los estudiantes y su valoración del profesor fuera utilizado como medida de su rendimiento; existía una queja de aproximadamente 2/3 de que el modelo era demasiado complejo, las instrucciones eran bastante mejorables y consumía demasiado tiempo en su implementación.
c)      Las opiniones de los directores a las encuestas (contestaron todos) reflejaron la discrepancia respecto del profesorado, ya que aproximadamente un 75% estuvo de acuerdo con el modelo propuesto y, especialmente de manera clara respecto de la intervención de los estudiantes en la valoración del profesorado.
d)     Las entrevistas personales al profesorado las llevaron a cabo los directores evaluadores que, a su vez, seleccionaron a los 37 entrevistados. En este caso el 75% estuvieron básicamente de acuerdo con el modelo propuesto, con la particularidad  de que valoraban positivamente los encuentros con pares y un 50 % adujo falta de imparcialidad del alumnado para enjuiciar su labor. No obstante, el 50% reflejaron que el modelo parecía más una tarea de evaluación del profesorado que una ayuda para su enriquecimiento profesional.
e)      En el caso de los directores fueron entrevistados 11 de ellos, que opinaron mayoritariamente a favor del modelo como herramienta para el cambio de “cultura” en sus centros, aunque manifestaron su preferencia por observación en las clases sobre las entrevistas (hay que tener en cuenta que los directores de Minnesota evalúan cada tres años a sus profesores).
f)       Finalmente los dos miembros del “staff” del Departamento de Educación opinaron a favor del modelo, valoraron muy positivamente el apoyo entre pares, sugirieron mejorar la comunicación entre profesorado y dirección y constataban la dificultad del profesorado para valorar los aprendizajes de los estudiantes respecto de los objetivos marcados.
 Este largo informe viene a documentar las dificultades que, de manera bastante general, aparecen en distintas investigaciones y que ponen de manifiesto:
1)      Cierto desencuentro entre los responsables administrativos y profesionales con el conjunto del profesorado, al apreciarse  el distanciamiento profesor/director, la falta de comunicación adecuada, la preferencia por los pares para su consulta, colaboración y mejora profesional y el desacuerdo del profesorado en tomar en consideración la valoración del alumnado para su rendimiento profesional.
2)      La desconfianza mayoritaria del profesorado relativa al enjuiciamiento de su labor por parte del  alumnado.
3)      Desinterés del profesorado por implicarse en la puesta en marcha de un modelo que consideran más evaluador que estimulante para su crecimiento profesional (finalmente, los dos tercios de profesorado que contestaron a los cuestionarios inicialmente, quedaron reducidos a un tercio en los finales) y solo aproximadamente un 15% del total de implicados declararon estar de acuerdo con la mayor parte del modelo.
 Otra investigación, de menor entidad, realizada en el estado de Texas por Oliveras (2015)[2] estudió la relación entre la puntuación obtenida por el profesorado en un protocolo pasado por su “administrador” para evaluar su eficacia profesional (353 profesores) y el logro académico en Lectura y Matemáticas del alumnado de 3º a 5º a su cargo. El resultado fue que las correlaciones entre ambas variables fueron bajas, poniendo en evidencia las dificultades existentes para la valoración de la eficacia profesional del profesorado por parte de los administradores.

En definitiva, lo que se quiere poner de manifiesto es que, como ocurre con otras investigaciones realizadas desde perspectivas diferentes, como el liderazgo, existe esta disyunción entre las percepciones de los directivos, en sus distintos niveles, y las del profesorado que trabaja directamente con el alumnado, probablemente derivada de los distintos intereses y objetivos profesionales de unos y otros.




[1] Dretzke,  Beverly J., PhD and others (2015). Minnesota State Teacher Development, Evaluation, and Peer Support Model. Center for Applied Research and Educational Improvement, College of Education and Human Development University of Minnesota.
[2] Oliveras, Y. (2015). The empirical relationship between administrator ratings of teacher effectiveness and student achievement on the state of Texas assessments of academic readiness. Dissertation. Pennsylvania State University,

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