Las expectativas de los padres
Las
expectativas de los padres sobre los hijos, en lo que se refiere al progreso en
los aprendizajes, tienen un efecto claro y comprobado desde hace mucho tiempo,
tanto en su aspecto positivo como negativo. Es lo que se conoce como la profecía autocumplida o también como el efecto Pigmalión. Dicho de otra manera,
cuando alguien significativo para un escolar, en el caso que nos ocupa, los
padres (también ocurre con el profesorado), mantiene un alto grado de confianza
y esperanza en el logro de objetivos de aprendizaje, existen muchas más
posibilidades de que así ocurra que cuando el nivel de lo que se espera es bajo
o inexistente. Esto es especialmente cierto en las edades correspondientes a
Educación Primaria y Secundaria Obligatoria
Naturalmente
esta afirmación no funciona de manera automática, ocurre en términos generales
y siempre acompañada de otras circunstancias favorables. Un exceso de confianza
puede terminar en una gran frustración por imposibilidad de cumplimiento y
finalmente en rotundo fracaso. Es necesario buscar el equilibrio que, a veces,
es tan difícil de encontrar.
Un grado
de confianza adecuado suele ir asociado a una actitud comprensiva, a una
exigencia prudente y a un refuerzo positivo cuando el esfuerzo o el propio
aprendizaje son considerados adecuados. Y este proceso, a su vez, induce en los
escolares la construcción mental de un autoconcepto positivo y ajustado que
retroalimenta el proceso previo, provocando todo ello mayor grado de
motivación.
Esta reflexión tiene su correlato fisiológico.
La investigación neurofisiológica de los últimos años, fundamentalmente a
través del procedimiento de resonancia
magnética, ha demostrado que determinados estímulos comprendidos en la
categoría emociones llegan al sistema límbico del cerebro antiguo
(especialmente a la amígdala) provocando
la generación de dopaminas, sustancias que promueven satisfacción y bienestar,
promoviendo en las personas la repetición de las conductas que lo causaron.
Aunque
la mayor parte de la investigación al respecto se ha llevado a cabo en centros
educativos y referida a la relación entre profesorado y alumnado, el hecho es
que se ha probado también, aunque por medios más indirectos, que las
expectativas de los padres contribuyen al éxito. Otra cosa es la dificultad de
cuantificar, en uno y otro ámbito, la aportación efectiva que esta variable
tiene en el susodicho logro escolar, dificultad que viene dada por la
interacción con otras numerosas circunstancias que concurren en cada situación.
Señalaremos
a continuación algunas investigaciones y/o textos donde el lector podrá
encontrar información más amplia.
El
experimento que más impacto ha tenido al respecto fue el realizado por Rosenthal
(profesor de psicología en las universidades de California y Harvard) y
Jacobson[i] en
1966, consistente en el paso de un
test de inteligencia a 18 clases una escuela de F.P. Sin corregirlo, Rosenthal
seleccionó un 20% de alumnos de cada clase y dijo a los profesores que ese 20%
era superior y obtendrían mayores calificaciones. A final de curso habían
mejorado respecto a sus compañeros en varios puntos su cociente intelectual.
Ello es debido a que cuando se espera más de una persona se produce un clima
emocional mayor con ella, inconscientemente se le ofrece más formación, se le
exige más y se le dan más oportunidades para hacer preguntas y consultas.
Posteriormente otros autores han
investigado y escrito al respecto, así Gimeno Sacristán[ii]
(1976) en España con una muestra de 1.400 alumnos entre 10 y 16 años estudió la
relación entre la autoimagen académica y el rendimiento escolar posterior,
encontrando una correlación de 0,65 (equivalente aproximadamente a un 42 %).
Esto indica que existe relación, no que sea la causa del resultado.
El
Instituto Nacional de Ciencias de la Educación[iii]
(1976), en un trabajo que fue Primer Premio del INCIE a la Investigación
Educativa, realizado con 374 alumnos de 12 y 13 años de centros educativos de
Madrid, obtuvo, entre otros resultados, una correlación de 0,70
(aproximadamente 49 %) entre expectativas del profesor y rendimiento.
El Instituto de Evaluación (2011) llevó a cabo una evaluación externa del
rendimiento educativo de los alumnos de 2º de ESO en todo el Estado Español,
encontrando que los alumnos con más altas expectativas consiguen puntuaciones
superiores.
Goleman[iv] (1997), en su libro (best
seller mundial) Inteligencia Emocional
da abundantes referencias relativas a la relación entre autoconcepto,
expectativas (cita a Rosenthal) y rendimiento.
Marchesi y Martín[v]
(2002) en una investigación sobre rendimiento del alumnado de ESO, mencionan,
entre otras conclusiones, que las expectativas de los padres son uno de los
factores de éxito escolar.
Martín del Buey y Romero[vi]
(2003) en otro estudio con 210 alumnos de ESO, comprobaron que en la medida que
el alumno percibe o cree, respecto a su capacidad, que le va a ser fácil
aprobar, el rendimiento se incrementa de forma significativa.
Baños[vii]
(2010) relata varios casos reales en que ha podido comprobar el efecto Pigmalión en alumnado de Educación
Primaria y añade que en el ámbito familiar puede suceder el mismo efecto que en
la escuela tratando como mejores, más capaces e inteligentes a los hijos,
dedicándoles más tiempo y diciéndoles en público y en privado lo que se les
valora.
El
informe PISA[viii] 2009 en el apartado Variación del Rendimiento del Alumnado
señala que el nivel de rendimiento depende, entre otros factores, de la
confianza que depositan su familia, sus profesores, el centro y el propio
sistema, en el alumno.
En la
edición de PISA 2012[ix] (p. 156), en el
apartado Ansiedad, autoconcepto y autoeficacia del alumno hacia las matemáticas
se dice que “el rendimiento en esta materia se debe, en parte, a la percepción
de los alumnos sobre sí mismos como estudiantes en esa materia ... La confianza
del alumno en sí mismo tiene por tanto un impacto en su proceso de enseñanza‐aprendizaje”.
Seguramente
son suficientes muestras para entender, por un lado, la interrelación existente
entre expectativas y autoconcepto, y por otro, que las
expectativas de los adultos, padres o profesores, favorecen en alguna medida el
éxito escolar de los hijos / alumnos.
Y dicho
esto, se preguntarán los padres, ¿qué podemos hacer? ¿podemos cambiar, en
sentido positivo, los resultados de nuestros hijos? Pues bien, en primer lugar
una frase de aliento, siempre podemos
cambiar para mejorar si nos lo proponemos. Sin embargo, no conviene
minusvalorar las barreras. La más fuerte, desde mi punto de vista, es que los
esquemas mentales, las actitudes, el tipo de pensamiento, de las personas
adultas, han ido conformándose a lo largo del tiempo, se encuentran muy
consolidadas, y si no están ya en línea con los principios de actuación
descritos, es difícil cambiarlos, aunque no imposible. Claramente, no existen
milagros, se requiere convicción, tiempo y entrenamiento.
Según la
profesora de Psicología de la UNED de Madrid, Alba García Barrera[x], lo que digamos a los
niños y adolescentes acerca de sus capacidades y habilidades va a influir
directamente sobre lo que se consideren capaces de hacer. Por eso debemos motivarles y elogiar sus capacidades y así, si se además sienten
interés por la tarea, será probable que alcancen sus metas. Y propone el
siguiente guión de actuaciones que, al estar de acuerdo, hago mío y copio:
Ø
Potenciar la autoestima:
-
Aceptar y respetar al niño.
-
Reconocer sus posibilidades y limitaciones.
-
Crear un ambiente agradable y de confianza.
Ø
Potenciar la comunicación:
-
Mediante la pregunta y la escucha. Nos conviene
preguntar para mantener un clima de seguridad y confianza imprescindible
llegada la adolescencia. Y escuchar de forma activa, claro: Debemos mostrarle
que realmente le estamos escuchando y que nos interesa lo que nos tiene que
contar.
-
Prestar atención al lenguaje verbal y no verbal.
Ø
Favorecer la iniciativa del niño:
-
Estimular la exploración y el descubrimiento.
-
Definir con claridad los objetivos y comprometer a los
jóvenes en su logro.
-
Involucrar a los niños en el establecimiento de las
normas y animarles a respetarlas.
Ø
Tener expectativas:
-
Realistas y positivas sobre las posibilidades de los
niños.
-
Cultivar la empatía, lo que equivale a ponerse en el
lugar del niño, aceptarle y comprenderle.
Ø
Hacer juicios positivos sobre los niños y evitar
los negativos:
-
Debemos tener en
cuenta que el elogio, siempre que se produzca a continuación de un determinado
comportamiento o conducta, sirve para reforzarla. Cuando realicemos una
crítica, por contra, debemos destacar su capacidad y transmitirles que podrán
mejorar si realizan un mayor esfuerzo o utilizan una estrategia distinta.
En el próximo artículo
hablaremos de la influencia de las tareas extraescolares.
[i] - Rossenthal, R y Jacobson, L. (1980). Pigmalión en la escuela. Edit. Marova,
Madrid. http://www.indiana.edu/~educy520/readings/rosenthal66.pdf
- RosenthaL, R. (1970). Le préjugé du maitre et
l’ápprentisage de l’élève. Revue
Française de Pédagogie, nº. 13, pp. 38-49.
[ii] Gimeno, J. (1976). Autoconcepto, sociabilidad y rendimiento
escolar. Instituto Nacional de Ciencias de la Educación. Ministerio de
Educación y Ciencia, Madrid.
[iii] Instituto Nacional
De Ciencias De La Educación (1976). Determinantes
del rendimiento académico. Madrid:
Ministerio de Educación y Ciencia.
[iv] Goleman, D. (1997). Inteligencia emocional. Kairós,
Barcelona.
[v] Marchesi, A. y Martín, E. (2002).
Evaluación de la Educación Secundaria. Fotografía de una etapa polémica. Madrid: Fundación Santa María/SM
[vi] Martín del Buey, F. y
Romero, M. L. (2003). Influencia de las expectativas en el
rendimiento académico. Revista Aula
Abierta nº 81, 2003.
[vii] Baños, I (2010). El efecto Pigmalión en el aula. Revista digital “Innovación y
experiencias educativas” nº. 28, 2010.
[viii] Informe PISA 2009,
Volumen V (2010). Programa para la evaluación internacional de los alumnos.
Informe español. Instituto Nacional de Evaluación Educativa, Madrid .
[ix] Informe PISA 2012 (2013). Programa para la
evaluación internacional de los alumnos. Informe español. Instituto Nacional de
Evaluación Educativa. Madrid. http://www.mecd.gob.es/dctm/inee/internacional/pisa2012/pisa2012lineavolumeni.pdf?documentId=0901e72b81786310
[x] García Barrera, A. (2013). http://www.abc.es/…/abci-peligro-efecto-pigmalion-201212231…
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